Desde la tribuna de la Cámara de Diputados, la ciudadana Selene Yuridia Galindo Cumplido, pronunció un mensaje en O’dam en el marco de la celebración de 2019 como el Año Internacional de las Lenguas Indígenas. Indicó que la revitalización lingüística es necesaria para su preservación, no obstante “Nuestras lenguas están atadas a un territorio al que ya no podemos acceder, a una casa a la que ya no podemos volver, a todo lo que está o estaba ahí que ya no podemos nombrar, que nos duele nombrar”, manifestó.
DISCURSO
Buenos días a todos, X+ban gor b+x:
Es un honor estar en esta tribuna, estar hablando en O’dam frente a todos ustedes. No quepo de la felicidad, del nerviosismo y de la gran responsabilidad que esto implica. Es un honor haber sido elegida para este discurso. No me considero ni la más elocuente ni la persona con mayor trayectoria dentro de las comunidades O’dam, sin embargo, aquí estoy y trataré de transmitir el sentir de reflexiones propias de los diversos colectivos y personas que forman parte de mis distintas comunidades, mi familia y todos aquellos que nos hemos interesado en nuestra lengua, nuestras costumbres y todos aquellos aspectos que nos constituyen como pueblo O’dam.
Al elegir lo que debía decir aquí, no podía decidir entre la inmensidad de temas a tratar. Me hubiera gustado poder hablar sobre la lengua en sí, las “cosas bonitas de ella”, pero hay un asunto más urgente al que siempre llegaban mis pensamientos: la vida misma. Y la lengua forma parte de ella.
Para que una lengua exista, se tiene que hablar, tiene que haber gente que la hable, que la entienda, que cante en ella, que ore en ella, que regañe, que enseñe, que viva la lengua. Lo que hablamos nombra lo que vivimos y cómo lo vivimos. A mí, por ejemplo, tepehuano, que es el término que nos es impuesto desde el exterior, no me dice nada. Cuando escucho la palabra O’dam, entonces sí, me vienen recuerdos; el primero, es sentada en unas piedras afuera de la cocina de mi abuela, mientras mi papá me enseñaba una canción. Hoy en día, esa cocina ya no está, mi papá ya no está. Muchas cosas han cambiado.
Hoy, viviendo lejos de casa, habiendo vivido en muchas otras, a diferencia de hace años, tengo la dicha de hablar O’dam todos los días, porque mis hermanos más chicos están viviendo conmigo. A diferencia mía, ellos se vieron obligados a irse de nuestra casa. Constantemente hablan de regresar, de volver a aquellos lugares en los que jugaron, donde fueron felices. Me parte el corazón tener que decirles que no, que eso ya no es posible, porque una guerra sin sentido ha formado parte de nuestra historia familiar, de nuestra historia comunal durante la última década, y éstas fueron las consecuencias.
Hablamos de revitalización lingüística, pero ¿quién hablará esas lenguas cuando a los hablantes nos están matando? Sí, a los hablantes nos están despojando de todo aquello que nombramos ¡CON ESAS LENGUAS! Y pareciera que nadie hace nada, porque los que luchan ya fueron asesinados antes de que algún periódico local lo registre. Nuestras lenguas están atadas a un territorio al que ya no podemos acceder, a una casa a la que ya no podemos volver, a todo lo que está o estaba ahí que ya no podemos nombrar, que nos duele nombrar. ¿De qué tipo de revitalización lingüística estamos hablando, entonces? Me invitaron a hablar de la importancia de la lengua o’dam, de conservarlas, pero ¿Quiénes?, ¿Los que apenas sobrevivimos?, ¿Los que a duras penas queremos recordar nuestro pasado, porque implica muertes y pérdida de nuestros seres queridos? ¿O hablamos de los jóvenes que están atados a una realidad en la que son sicarios desechables y que no tienen conciencia de otra realidad que no esté atravesada por la violencia? Porque así han vivido toda su vida o, por lo menos, la mayoría de ella. Al menos yo tengo el privilegio de recordar que hubo un antes de esa violencia.
¿O hablamos de una revitalización lingüística en la que hay que empezar a crear nuevas palabras para las AK-47 o las bazucas o las granadas? Porque ésa es la realidad ahora, así que ¿“Hay que acostumbrarse”? ¿Más? O es que sólo hablamos de la importancia de las lenguas indígenas en estos espacios políticos, en los espacios académicos, pero nos olvidamos de que las lenguas no existen en abstracto sino por quienes las hablan. ¿Quiénes hablarán las lenguas indígenas en un futuro? ¿Los exiliados? ¿Los que tuvieron el privilegio de irse?
¿Dónde quedan los que están en las cárceles enfrentando procesos que no les corresponden? Donde no tiene acceso a un traductor; aunque eso es lo de menos, porque, como me dijo alguna vez un agente del ministerio público: “Alguien tiene que pagar”, y se ha vuelto una costumbre ir y levantar a un grupo de o’dam, golpearlos, “armarlos hasta los dientes” y luego sacar una nota periodística que los inculpa y dejarlos podrirse tras las rejas tanto en Durango como en Jalisco.
“Es importante hablar las lenguas indígenas”, se dice; “qué bonita suena tu lengua”, aunque no entiendan lo que estás diciendo; pero si no hablas español en el hospital, corres el riesgo de no ser atendido o de ser atendido al final, cuando ya no hay nada qué hacer.
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